MiraDoc estrena documental sobre comunidad nortina que espera el fin del mundo

Twittear
Compartir
documental

Una virtud fundamental en un documentalista es saber encontrar una buena historia y éste es el caso de la película El final del día, que ha llamado la atención de muchos espectadores a lo largo del mundo.

El 2012, el director Peter McPhee se instaló en Quillagua, en el desierto de Atacama, donde sus habitantes esperaban el “fin del mundo” que los Mayas predijeron. Se encontró con un río contaminado por la acción de las empresas mineras, una tierra que no se puede trabajar y una comunidad compuesta casi únicamente por ancianos, ya que los jóvenes emigraron. Para los habitantes del lugar, toda la situación es señal de que el fin del mundo está cerca. McPhee los muestra en el día del “apocalipsis Maya”, cuando la profecía se vuelve real y abundan las reflexiones sobre el cuidado de la madre tierra.

A través de su retrato, McPhee aborda una realidad mayor y preocupante: la de lugares que están muriendo tanto por los cambios de vida como por los daños al ecosistema.

El final del día ha sido aclamado en FIDOCS, American Documentary Film Festival (Palm Springs), SANFIC 2015, FICIQQ, Cinelatino (Toulouse), Rdoc (Santo Domingo) y Trento Film Festival (Trento).

“Sentí que debía abordar lo social más desde la reflexión que desde la denuncia”

Peter McPhee cuenta que su interés inicial fue “hablar sobre temáticas sociales y relacionadas con el patrimonio cultural chileno, siempre desde una perspectiva íntima y emotiva. No obstante, al pensar este proyecto sentí que debía dar un giro a esa línea de trabajo y buscar una manera de abordar lo social, más desde la reflexión que desde la denuncia”.

Un gatillador fue el frenesí mediático ante el supuesto “fin del mundo” que predecían los Mayas para el 21 de diciembre de 2012. “Era claro para mí que este temas no iba en la línea de lo que usualmente trabajaba, pero comencé a buscarle el sentido. Pensaba que sería interesante ser testigos de este fenómeno social desde un pueblo aislado, que viviera este día como algo especial”, revela el director. “Con esta idea vaga tomamos un auto con un grupo de amigos y manejamos hacia el norte. Cerca del kilómetro 1.600 dimos con Quillagua, pueblo que ninguno había visto jamás. Nuestra sorpresa fue inmensa cuando conocimos este oasis verde, en medio del desierto más árido del mundo, que sobrevivía día a día a una tremenda contaminación de sus aguas y tierras. Era un pueblo realmente viviendo el fin del mundo. Esa inquietud inicial se convirtió de improviso en una idea de alto contenido social”.

Tras descubrir Quillagua, el equipo grabó durante 15 días, sin apoyo financiero. “El rodaje fue un ejercicio de observación profundo en que capturamos pequeñas situaciones y personajes del pueblo”, destaca McPhee. “Como conocíamos el pueblo a medida que grabábamos, fue fundamental tener el apoyo de la comunidad de Quillagua. La gente fue generosa, nos abrió sus puertas y compartió sus vidas con nosotros. Siento que ésta es una película Quillagüeña, porque fueron sus habitantes quienes fueron construyendo realmente la película con nosotros. Mientras grabábamos en la incertidumbre, los análisis de la propia gente se convirtieron en nuestra materia prima, y nos permitió articular la gran reflexión sobre la que se sustenta el relato”.

“Nos cuestionamos cómo reflejar el drama de Quillagua con la altura que su gente merecía y que involucrara al espectador tanto como lo estábamos nosotros”, agrega el cineasta. “Además de ser muy rigurosos al registrar esa compleja realidad, y buscar momentos de ‘verdad’ que enriquecieran el documental, fue importante trabajar el cruce conceptual entre el fin de vivía el pueblo con el fin del mundo, porque nos permitía articular un relato que situara el drama de un pueblo como un fenómeno social que aqueja a muchos otros. El final del día toma como base un día apocalíptico, pero en realidad busca llegar a la esencia de la pérdida del tremendo valor humano y cultural que tienen pueblos como Quillagua”.

McPhee rescata el valor que tuvo la exploración lúcida. “Una idea lejana y desestructurada puede llegar a materializarse en una obra con un sentido. Me siento agradecido de haberla terminado. Fue un proceso largo y complejo, creo que nunca será fácil hacer un documental en Chile, pero no deja de sorprenderme que la película haya crecido tanto, gracias a profesionales talentosos que apostaron por el proyecto, las asesorías internacionales en las que fuimos seleccionados, los festivales de cine dentro y fuera de Chile, y ahora su estreno comercial en salas del país”.

El programa MiraDoc, que exhibirá el film, es financiado por el Programa de Intermediación Cultural, Convocatoria 2015; y el Fondo de Fomento Audiovisual, Convocatoria 2016; del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

¿Qué opinas de esta nota?

Una iniciativa de