De la vorágine al amor

María Eugenia Vargas Pastén
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Las fiestas de fin de año ponen a todos en la vorágine, estado del que resulta casi imposible abstraerse. Al trabajo material que hay que hacer, se enfrenta el trabajo virtual, es decir, aquel que nos ronda día y noche, lo que nos falta para que nuestra contribución con todo el mundo, la familia, el trabajo y la comunidad sea absolutamente satisfactorio.

Y es en este último punto, en el cual me quiero detener. Parafraseando a Keneddy, el tema no es qué puede hacer Antofagasta por mí, sino qué puedo hacer yo por Antofagasta.

Aquí las respuestas son muchas, interminables, pero como no podemos elaborarlas todas, habría que partir haciendo un listado de pequeñas contribuciones que podamos hacer, de manera de transformar a nuestra perla, en una joya brillante y que encandile a todo el que la visite.

Hay que partir por lo más doméstico y más barato, que no nos cuesta nada, que es evitar seguir quejándonos del tema de la basura y contribuir desde el entorno de cada uno, a mejorar este estado de cosas.

Por ejemplo, ahora que viene el verano, nada cuesta cada vez que uno parte a la playa, echar en nuestra mochila playera un par de bolsitas plásticas que nos permitan recoger nuestros propios deshechos. Si un tercio de la gente que va a la playa, recogiera sus desperdicios, el sector costero luciría mucho mejor.

Ahora, cuando uno hace estos planteamientos de inmediato salta el agorero que dice qué eso es arar en el mar. No lo creo así, la gente debe tomar conciencia y hacer del cuidado al medio ambiente un verdadero apostolado. El medio ambiente nos pertenece a todos y todos disfrutamos de él, por lo tanto es responsabilidad de todos protegerlo.

También podemos contribuir, abandonando la crítica permanente y transformándonos en orientadores ciudadanos. Cuántas veces ocurre que vamos por el centro y se acerca una persona, turista, por definición o a veces por accidente, y nos pregunta qué puede hacer en Antofagasta, dónde puede comer algo bueno, donde puede comprar algún recuerdo.

Habitualmente, le respondemos a la rápida sin tomarnos el tiempo de ser gentiles, de actuar como anfitriones. Los antofagastinos, de nacimiento como es la minoría o de corazón como somos la mayoría, tenemos la responsabilidad de hacer de nuestra ciudad un lugar más acogedor, un lugar donde la gente se sienta a gusto.

Por eso, en la lista de deseos para el 2015, hagamos un esfuerzo y que “amar más a Antofagasta”, encabece nuestras listas. Está claro que el exceso de amor a nadie hace mal y nuestra querida Perla del Norte, está necesitando mucho amor.

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