Columna: Yo vi a Metallica por $1.500 (menos de ocho lucas)

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(Foto: Lotus).

Por Christian Godoy Rivera

Debo ser sincero… no tuve la oportunidad de ir a Metallica en 1993 porque estaba muy chico (tenía 12 años) y viajar en bus era una eternidad de Antofagasta a Santiago… meterme entre rockeros a esa edad no me darían el permiso necesario… y así fue.

Ahora el permiso lo tuve, las lucas también, pero ¿qué faltaba? La aprobación del seguidor de antaño, ese que ni por nada del mundo se juntaría con “niñit@s” vestidos de Marshmello y menos con chicas con flores en la cabeza ni el burbujeante sonido de la música electrónica que tanto odian… los tiempos cambiaron, las canas igual, pero la música queda y con un festival de todos los estilos… también.

No señor, no señorita, Metallica “no se vende” ni tampoco su “In Justice for All”, que cambió todo… pero por lo mismo en la actualidad “ahora ya cambió todo… Las plataformas streaming hicieron lo suyo y ese discurso de Hetfield y Ulrich de “hundir” a Napster cuando ofrecieron su música gratis por la web también lo cambió.

Fue tan así, que quienes asistieron a ver la quinta visita de estos rockeros de más de 50 años y los que lo siguieron por TV también, pudieron saborear un pedazo de nostalgia… esa mítica entrada de 1993 a $8.000 en el Velódromo del Estadio Nacional y que tuvo a la más grande de las bandas del thrash metal alojada por primera vez en nuestro país…

Ahora en su quinta ocasión, quienes tuvimos la osadía de contradecir a nuestro entorno de disfrutar de un potente sonido de Metallica podemos decir que lo vimos a mucho menos de “8 lucas”, incluso mayor, a casi $1.500. Contradictorio se podría decir, pero nunca lejano a la realidad, ya que si hacemos la sumatoria, entre 70 agrupaciones que estuvieron en el Parque O’Higgins, el precio de esa entrada por solo ver a Metallica te daría esa lógica (teniendo como premisa en promedio a $70.000 el ticket general por ambos días).

Por cada $1.500 pude ver además a Duran Duran, The Helmest (lolitos de no más de 12 años, que tiene entre sus filas al hijo de Robert Trujillo, Quien incluso tocó junto a ellos); Weichafe (aguante el rock chileno) y Rancid… entre otros.

Una oportunidad para apreciar conjuntos que solo asumí conocer en alguna banda sonora, videojuego o comercial, así resaltan las apariciones de Catfish and the Bottlemen, Two Door Cinema Club y también a The Weeknd. Este último, un tipo de moda que se le reconoce que cada canción que tocó de alguna u otra forma la escuchaste en la calle, micro o colectivo.

Capítulo aparte con The Strokes, una banda que siempre está en el playlist de los de 30 años hacia arriba, pero con fallas técnicas, un volumen estruendoso y una simple puesta en escena que no tuvo un mayor protagonismo.

¿Y Duran Duran? Un ejemplo de ser una de las agrupaciones más importantes del planeta, que merecen a lo lejos ser incluidos en el salón de la Fama y que la voz de su vocalista perdura y mejora en el tiempo… quizás los mejores de este Festival. ¿Y nuestros representantes antofagastinos? Crisálida tuvo un culto al rock ancestral, con la antofagastina Cinthia Santibáñez dedicando una canción a los pueblos de San Pedro de Atacama y llenando La Cúpula y al bajista de We are The Grand…. (por si no lo sabía, también es de acá), abriendo la jornada dominical junto a su banda.

Ver a Metallica y esperar a otras bandas, para luego repetirte el plato el día siguiente lo hacen un festival completo, con mucho morbo en redes sociales y fuera del mismo radio del Parque O’Higgins eso es cierto, pero vivir el Lollapalooza con una predisposición de pasarlo bien, mientras se estuvo horas y horas de música de todos los estilos, apreciar cómodamente en todos los puntos y cada uno en su propia “onda”, las críticas están de más… ¿las quejas? A la FIFA, porque esto tiene para rato… esperando que así sea.

 

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